Cuando se mira a las cinco décadas transcurridas desde el golpe de Estado del 3 de octubre de 1968, que marcó el inicio del gobierno de Velasco, surge la tentación de pensar que no ha quedado nada de aquello que se intentó entonces. En parte, esto se debe a la versión predominante acerca del proyecto velasquista, que dista mucho de ser objetiva, preñada, como está, de los resentimientos surgidos y, desgraciadamente, heredados.