La decisión de no mostrar los sentimientos por miedo al rechazo o por el ego, y el deseo de conquistar de modo recurrente son constantes en las formas de amar en estos tiempos, cuando se elige dominar al otro. Mientras en otros existe un apasionamiento obsesivo y febril por alcanzar fundirse con un ser que no sabe amar ni le interesa aprender, haciendo de la idealización de ese amor una cadena que los mantiene atados a una relación tóxica, sin paz, plagada de maltrato psicológico mutuo.