En 1902 Lenin publicó uno de sus textos clave: ¿Qué hacer?, que habría de tener una larga vida durante el siglo XX, como obra señera e insoslayable al momento del proceso revolucionario, sus vías y sus políticas. Hoy, cuando están por cumplirse cien años de la Revolución Bolchevique de 1917, y cuando la caída del muro de Berlín es parte de la historia, esa invocación vuelve a resonar. La democracia liberal es cuestionada por la voracidad del capitalismo; la política parece haber agotado su capacidad para conducir la historia y está a merced de las finanzas y la economía; las formas de representación se han vuelto obsoletas y los ciudadanos sienten que sus demandas se pierden en los pasajes de un sistema que les da la espalda. Los movimientos totalitarios han perdido toda legitimidad, por supuesto; el problema es que la democracia tal como la conocemos parece asediada por el mismo riesgo.