En algún momento de mi vida, me convencí de que ciertas emociones noeran buenas y de que no debía sentirme enojada, triste o frustrada. Enel fondo, esas sensaciones seguían allí como respuesta a un mundo cadavez más brutal.Ya sea que acumulaste tantas emociones que podrías explotar o que tedisociaste tanto de ellas que no sabes lo que sientes, te entiendo. Hepasado por ambas etapas. En los últimos años, sin embargo, he estadoaprendiendo a escuchar lo que las emociones tratan de decirme y descubríuna verdad que cambió todo para mí: los sentimientos no están para serarreglados, sino para ser sentidos. Tienen la misión de conectarnos connosotros mismos, con los demás y con Dios de una manera mucho másprofunda de lo que podemos imaginar.