Los jefes y Los cachorros describen un universo carente de equilibrio o armonía, que en demasiadas ocasiones conduce a la frustración. Ese espacio obliga a los personajes -adolescentes sobre todo- a ofrecer una máscara que impide la autenticidad. Sin embargo, en un nivel más intimo aflora la cara más sincera: la verdad de las existencias individuales, que choca con la otra superficie y crea una tensión insoportable.