Ácida y provocadora, apunta sin miramientos a una clase social acomodada de Europa, instalada en una inercia de autosatisfacción y complacencia.¿Hasta dónde es capaz de llegar un padre para encubrir a un hijo que comete un delito injustificable? ¿Debe prevalecer el instinto de protección paterna, o la lealtad a unas normas sociales que garantizan la coherencia y la fortaleza del grupo? Estas y otras preguntas de igual calibre surgen como dardos durante la lectura de La cena.