Las sorpresas están omnipresentes en nuestras vidas. Son una especie de mini sobresaltos, micro tomas de conciencia que nos sacan del orden, de la rutina, de la costumbre o del aburrimiento. Nos convierten en personas sin pretensiones, abiertas, que asumen el riesgo de no saber, de perderse, de ser privadas de nuestras seguridades, de colapsar en nuestro centro más íntimo. La sorpresa, pequeña o grande, nos enfrenta a lo incomprensible e
impone la ausencia de sentido, aunque signifique arrebato, vértigo, desesperación.
Pero lo realmente sorprendente es que la sorpresa es una cuestión que apenas ha requerido la atención de la Filosofía. Demasiado ordinaria, demasiado anecdótica: mínima.