No Hay Necesidad de Someterse a las Circunstancias Hasta el Punto de Convertir la Vida Privada en un Caos y en una Pocilga. La Guerra Puede Seguir Siendo la Guerra, Pero mi Casa Seguirá Siendo mi Casa. . . Ilya Petrovich Dementiev Se Muestra en Su Diario Así de Contundente e Impasible Frente a las Noticias que Lee Ávidamente Sobre los Primeros Compases de la Gran Guerra. Por Suerte No Ha Tenido que Ir al Frente y la Vida de Este Contable de San Petersburgo Sigue a Pesar de que en Su Casa Todos Están Pendientes de Su Cuñado, que Lucha en las Trincheras Contra los Alemanes. Ilienka Llega a Acusarse de Pusilánime y Egoísta por Su Morbosidad e Íntima Insensibilidad -Verdadera Ceguera- Ante la Guerra. Y Yo me Siento Algo Extraño, No Sé Si me He Acostumbrado a la Masacre, o Finalmente lo He Aceptado, Pero Miro Todo Mucho Más Tranquilo, Lees de Pronto: «¡Diez Mil Muertos! ¡Veinte Mil Muertos!». . . Y Te Fumas un Cigarrillo con Tranquilidad. . . Parece que No Hay Nada que lo Haga Tambalearse Pero. . . ¡Qué Bien que Tengo Este Diario y Puedo, Sin Dármelas de Caballero Andante, Sin Temor y Sin Reproches, Reconocer de Forma Completamente Abierta el Sentimiento de Miedo Insoportable que me Domina!