En la época en que Hegel señalaba la dialéctica como el único camino para alcanzar la culminación del Espíritu, Schopenhauer, su irreductible antagonista, la entendía como el florete a blandir en el particular combate de esgrima que es cualquier discusión. Por ello decidió reunir en este opúsculo treinta y ocho estratagemas que, a su parecer, convierten la dialéctica en un «arte de la sofística», pues enturbian la búsqueda de la verdad, razón última de la filosofía.