En 1975, tras el abandono de Genesis, en pleno éxito del grupo, inicia su carrera en solitario. Peter Gabriel, rostro tranquilo y aniñado, desciende de las esferas metafísicas y se integra en la ola musical del momento. El ritmo se convierte en la pieza angular de su música; su dimensión teatral, que ya había demostrado en Génesis, se acentúa. Participa en eventos de claro matiz político; hace sus pinitos en el cine. Un músico cuya trayectoria no ha dejado de sorprender hasta convertirse en un enigma.