Con motivo del centenario del nacimiento del Angry Man of Jazz, exhumamos del baúl de los recuerdos (descatalogados) las memorias de Charles Mingus; y lo hacemos, a la antigua usanza, injertando «bonus tracks»; tres son los suculentos aditamentos que no venían en la edición anterior: la carta abierta a Miles Davis, ¿qué es un compositor de jazz? Y las dos entregas del Blindfold Test de 1960 para la revista Downbeat, oficiadas por el inefable Leonard Feather. Mingus en versión Mingus –o lo que es lo mismo: sin arreglos–. He aquí las célebres memorias –salvajes, divertidas, demoníacas, atormentadas, escandalosas y, sobre todo, profundamente conmovedoras– del gran contrabajista y compositor de jazz Charles Mingus. De infectas chabolas a fastuosas mansiones, de las concurridas celdas del psiquiátrico de Bellevue al más absoluto recogimiento de una vida consagrada a la mística y a la soledad contemplativa. En menos que un perro, que acabó de escribir ocho años antes de su muerte, Mingus rememora su infancia y adolescencia en watts, el suburbio negro de los ángeles, durante los años veinte y treinta; vivencias marcadas por un padre diestro en el manejo del cinturón, una madrastra maniacopanteísta que no dejaba de citar la biblia, y también marcada por los estudios de música clásica; su iniciación y aprendizaje no solo en el jazz, sino también en el inframundo callejero de chulos, prostitutas, camellos y matones; y sus años dorados en nueva york en compañía de figuras legendarias como Duke Ellington, Lionel Hampton, Miles Davis, Charlie Parker y Billie Holiday.