Corre el año 1892. Argentina es una nación joven, pero se encuentra entre las más pujantes y desarrolladas del mundo. Dos misteriosos agentes de la policía federal llegan al pueblo de Quequén, en la costa atlántica, para ayudar a resolver un crimen. Dos niños han sidodegollados y su madre, viva, aunque en estado catatónico, es la única testigo del hecho. Uno de los agentes es Juan Vucetich, un inmigrante de origen croata que concibe un método innovador: la dactiloscopia, una disciplina que permite identificar inequívocamente a una persona por el relieve único de las crestas papilares de los dedos de la mano. Si lograran resolver un crimen tan horroroso gracias a este procedimiento, Argentina tomaría la delantera geopolítica con un logro revolucionario para la administración de los países.
Con gran capacidad narrativa y una afinada precisión para describir el clima turbulento, expectante e innovador que se vivía a las puertas del siglo XX, Federico Andahazi creó una historia oscura y atrapante que indaga en personajes tan frágiles y complejos como valientes.
Dijo la crítica sobre sus obras:
«Un innovador trabajo de ficción. Este es uno de esos raros libros que aparecen cada tanto. Es provocador, y tiene un buen trabajo de investigación sobre el tema en cuestión.» The New York Times
«Andahazi sabe conducir a sus personajes hacia situaciones límite.» Andrés de Luna, Hoja por Hoja (México)
«Federico Andahazi nos sorprende con una narrativa entre mitológica y descarnadamente actual.» Juan Felipe Echeverry Jaramillo, Agenda Cultural (Colombia)
«Se percibe en Andahazi un autor lleno de ideas, consciente de rescatar la tensión del relato de terror y de misterio para la literatura y valorar —en tiempos en que ha hegemonizado el discurso el criterio de “la autonomía del lenguaje”— las maravillosas posibilidades de los contenidos. Temas, símbolos, tramas, historias, inspiración, musas: aquello que ha sido tan desechado por algunas vertientescontemporáneas de la literatura es traído al tapete por Andahazi, admirador evidente de viejos hábitos culturales y literarios.» Andrea Blanqué, El País Cultural (Uruguay)