En los últimos años un nuevo término ha invadido la manera que tenemos de explicarnos: el de lo tóxico. Lo encontramos en todas partes. ¿Una relación amorosa que consume el tiempo y la energía de las partes? Tóxica. ¿Un jefe que no valora el trabajo hecho? Tóxico. La facilidad con la que recurrimos a esta palabra para definir aspectos de nuestra vida en común esconde el sufrimiento del sujeto afectado que es incapaz de reconocerse a sí mismo.