Enamorarse de una prostituta no es muy astuto que digamos. Desafiar a un jefe mafioso local para encontrar a esa misma prostituta, tampoco es precisamente una jugada astuta. Secuestrar a la única hija del proxeneta para presionarlo es menos astuto si cabe. Pero creer que al final todo ese enredo terminará bien, ¡eso sí que es un puro disparate!