Susan Sontag suele ser recordada ante todo por sus brillantes ensayos, escritos inquisitivos, analíticos y valientes, adelantados si empre a su tiempo. Pero aunque su producción ensayística fue más extensa y frecuente, y solo de forma intermitente se asomó al terri torio de la ficción, es precisamente en los cuentos donde la escritora mostró su lado más íntimo: «la sala de estar está bien para l os ensayos, pero los relatos hay que escribirlos en el dormitorio», solía decir. Declaración reúne la totalidad de la obra cuentística de Susan Sontag. Escrita a lo largo de casi tres décadas, la diversidad de estilos constituye uno de sus mayores atractivos: la alegoría, la parábola, el diario, el cuento autobiográfico, el documental o la escena teatral son algunas de las formas de las que la escritora se sirve para atrapar fragmentos de vida y dar respuesta a sus propios miedos y aflicciones, algo que no podía hacer en el ensayo. Al volumen de relatos Yo, etcétera , publicado originalmente en 1978, se añaden hoy piezas posteriores, entre las que se cuenta n joyas como «Peregrinación», en la que una Sontag adolescente conoce a Thomas Mann en su casa de Los Ángeles, o el soberbio «Así vi vimos ahora», relato en el que da cuenta de la devastadora crisis que trajo consigo la irrupción del sida en determinados círculos s ociales. Estos y otros extraordinarios relatos pasan pues a formar parte del imprescindible legado de una de las escritoras e intele ctuales más importantes del siglo XX.
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