«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronelAureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padrelo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veintecasas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguasdiáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas yenormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchascosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas conel dedo».Con estas palabras empieza la novela ya legendaria en los anales de laliteratura universal, una de las aventuras literarias más fascinantes denuestro siglo. Millones de ejemplares de Cien años de soledad leídos entodas las lenguas y el Premio Nobel de Literatura coronando una obra quese había abierto paso «boca a boca» -como gusta decir al escritor- sonla más palpable demostración de que la aventura fabulosa de la familiaBuendía-Iguarán, con sus milagros, fantasías, obsesiones, tragedias,incestos, adulterios, rebeldías, descubrimientos y condenas,representaba al mismo tiempo el mito y la historia, la tragedia y elamor del mundo entero.